La discriminación y los estigmas son cargas emocionales que viven las y los integrantes de la comunidad LGBT, y este joven activista busca darles atención.
Texto y fotos: Abraham Bote Tun
Joaquín Puerto Cámara, de 22 años, egresado de la licenciatura en psicología, en compañía de mujeres y hombres voluntarios se enfrenta a varios tabús, estigmas que persisten hacia la salud mental y la comunidad LGTB+, a una parte de la sociedad conservadora que los rechaza, pero esto no merma sus acciones. Resiste, lucha y existe.
El joven activista reflexiona: desde que una nace está sumergido en una sociedad que prioriza lo binario. En las novelas, en la familia, en la escuela y otros espacios. Sólo hay hombre y mujer. Una persona que no “encaja” en estos estándares crece preguntándose ¿Estoy mal por sentirme así o pensar de esta manera?
Cuando todavía era estudiante sufrió de discriminación en su comunidad, Tekax, por el simple hecho de expresar abiertamente muestras de cariño hacia su pareja.
Un 14 de febrero, día de San Valentín en México, se encontraba en el parque central de la comunidad, demostrando su afecto a otro chico, como cualquier otra persona que ejerce el libre desarrollo de su personalidad; sin embargo, en ese momento llegaron elementos de la policía municipal, que, sin ningún sustento legal, le dijeron que esto no lo podía hacer. "Eso no es normal”, le indicaron los oficiales.
Estas palabras, cargadas de odio, discriminación e ignorancia, penetraron hasta el alma de Joaquín. Lejos de enojarse, con esa alegría que lo caracteriza, decidió hacer un cambio: Este fue uno de los detonantes que lo impulsaron para emprender acciones y combatir esta problemática.
Ante el contexto de discursos de odio y violencia en contra de la comunidad LGBT+ decidió crear un proyecto que busque apoyar a las personas de este sector de la población, que a diario enfrentan discriminación y otros abusos, lo que les suele ocasionar problemas de salud mental, y emocionales.
En 2021, gracias al programa Misión Resistencia, que busca identificar e impulsar el desarrollo de habilidades de juventudes mexicanas, con fuerte potencial de liderazgo y compromiso de servicio con sus comunidades, promovido por su alma mater, la Universidad Privada de la Península (UPP) y la Jornada de Derechos Humanos, pudo plasmar sus ideales con la creación del Centro de Atención Psicológica y Asistencia Social LGTB+ (CAPAS+).
Joaquín es consciente de que la violencia hacia las personas disidentes sexuales es alarmante en Yucatán, un estado conservador, donde, luego de 13 años, de dos votaciones ilegales del Congreso local, apenas el pasado mes de agosto del 2021, se aprobó por unanimidad las reformas al Código de Familia y a la Ley del Registro Civil para que personas del mismo sexo pueden casarse en la entidad sin necesidad de presentar un amparo.
Hasta hace apenas unas semanas, en La Ermita de TeKax, conocido mirador de la comunidad, una pareja homosexual turista fue discriminada, igual, por sólo compartir su amor. “Los sacaron del lugar”.
El psicólogo comenta que su activismo fue impulsado desde su etapa universitaria; parte de la misión de la UPP es formar a seres humanos que gestionan su conocimiento para crecer y compartir su talento en su entorno, de manera positiva. “En la universidad tuve maestros y maestras que me impulsaron en la parte de la acción social”; indicó.
Actualmente, la agrupación se encuentra en su etapa de formación de vínculos con otras instituciones, organizaciones civiles, dependencias de gobierno que puedan contribuir a sus acciones.
A lo largo de un año, han brindado orientación psicológica a más de 40 personas de Tekax, quienes han sido vinculadas a instituciones gubernamentales enfocadas en salud mental; asistencia social y orientación legal.
Las personas que han acudido a CAPAS+ han sido principalmente por problemas de ansiedad, en un 60 por ciento y el resto por cuadros depresivos.
También han capacitado a más de 160 estudiantes, de la carrera en Educación Básica, de la Universidad del Bienestar Benito Juárez, en Tekax, para no replicar discursos de odio hacia sus estudiantes LGBT+, y así poder brindarles atención y prevenir la discriminación y homofobia.
La salud mental, un estigma
Parte de su activismo en favor de los derechos humanos es usar sus conocimientos en la psicología para apoyar a las personas de su comunidad. Lucha en contra de varios estigmas hacia la salud mental y su tratamiento. “La salud mental importa, existe, pero no se atiende”; manifestó.
Por eso, a través de CAPAS+ ofrece una atención integral y con perspectiva en derechos humanos y de diversidad sexual y de género, pues muchas personas LGBT, que sí han logrado acudir con un especialista en psicología, son juzgadas, discriminadas, incluso en ocasiones les han ofrecido someterse a las llamadas terapias de conversión.
Las instituciones, públicas privadas y sociales priorizan un sistema sexual binario, es decir, mujer y hombre, y cuando alguien no encaja en este estándar es percibido como “extraño”; lo que ocasiona que las personas de la comunidad LGBT lleguen a pensar que lo que sienten y piensan está mal.
“Estamos en una sociedad que nos prohíbe el libre desarrollo de la personalidad, ser quién eres, desde que eres infante ves que todo se trata de hombre y una mujer: toda esa realidad colectiva no encaja contigo”, señala.
Entonces creces pensando ¿por qué no encajo? Esa pregunta permanece hasta que eres una persona adulta, y si es que sobrevives. “Esto ocasiona que tengan pensamientos obsesivos, incluso que se rechacen y por ende se detona la ansiedad y la depresión”, indicó.
Los discursos de odio hieren
Además, para ayudar a las personas a sanar sus heridas internas, han realizado cineforos, charlas y círculos seguros donde brindan sus testimonios y dan fe de sus luchas, para que puedan liberarse de los sentimientos negativos que pueden asaltarlos.
Desde el nacimiento del Centro de Atención Psicológica y Asistencia Social LGTB+ se han atendido tres casos de abandono prematuro del hogar: madres y padres, al no tener la capacidad de comprender el proceso por el que están pasando sus hijos e hijas, han optado por desterrarlos de sus hogares. “No he criado a una loca, a un maricón”, es una dolorosa frase que lanzan sobre su prole.
“Son personas que continúan con sus estudios, con su vida, y legalmente tienen la obligación de mantenerlos en sus casas”, indicó la defensora de derechos humanos.
Amenazas, un problema frecuente
Su lucha no ha sido fácil, ya que han enfrentado comentarios discriminatorios de grupos contrarios a los derechos humanos, incluidas amenazas, y han recibido llamadas telefónicas cuestionando la razón de ser de su colectivo. El autoritarismo busca imponer una visión única del amor, de la familia, de las relaciones humanas.
Pero esto no desanima su espíritu. “Esto no es para mí, es para la comunidad, para las generaciones futuras, para nuestros hijos. Me motiva que algún día ya no habrá necesidad de salir del armario, que ser gay es normal, que no hay crímenes de odio y que prevalece el amor por todas las personas”, afirma.
Esta fotobiografía realizada con el apoyo de la Unidad Global de Apoyo a la Democracia de la Heinrich-Böll-Stiftung Unión Europea forma parte del webdossier Juventudes y derechos humanos. Voces jóvenes en aumento y fue publicado originalmente aquí en inglés.